El problema que tiene la especie humana es que su memoria realmente es corta. Hace apenas 110 años el mundo desarrollado se lanzó en una aventura bélica que dejó un saldo mortal de 8 millones de militares y 9 millones de civiles, pulverizó las monedas de las economías más fuertes del mundo, con excepción de las de la de Inglaterra y la de Estados Unidos que en esos momentos contaba con una economía en ascenso, y destruyó la infraestructura industrial de Europa. Esto sin contar la apertura de las puertas del poder al comunismo y al fascismo y la destrucción de una generación completa de líderes europeos. Así el 28 de Julio de 1914 el liderazgo mundial se embarcó en una aventura bélica que sólo sirvió para empeorar la situación de sus gobernados y dar cabida a ideologías extremas que causarían penurias y muerte no solo en Europa sino en Asia Central y en el mundo entero.
Ahora pareciera que estamos listos para embarcarnos en otro apocalipsis. Pero ahora los avances tecnológicos, el extremismo religioso y la facilidad de transporte van a trabajar en armónico conjunto para llevarnos muy probablemente a un escenario de devastación inimaginable
Razones para pensar que el apocalipsis nos acecha sobran, por lo que es necesario enumerarlas de manera de tener claro cómo van a interactuar en la creación del moderno armagedón.
La primera razón es de índole tecnológica. La ola digital ha creado un espacio de comunicaciones integrado en el globo terráqueo pero no ha logrado integrar las reglas del juego en lo que se refiere a la guerra y al uso de las nuevas tecnologías en situaciones de guerra. Por tanto existen múltiples maneras de burlar los tratados internacionales que regulan todos los ejercicios bélicos. Hoy se puede paralizar un país entero por la vía de un ataque cibernético bien planificado y efectivo. Es más, también se pueden interceptar las comunicaciones del enemigo y cambiar los mensajes para hacer un ataque más o menos severo y causar efectos boomerang. Se pueden envenenar depósitos de agua potable y se puede suspender la distribución de luz eléctrica paralizando así una nación entera. Y desde luego se pueden lanzar ojivas nucleares pequeñas con tecnologías no catalogadas en ningún manual de guerra.
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La segunda es que existe una porción significativa de seres humanos, 1.900 millones de almas, que siguen el Islam. Esta religión tiene dos componentes. Las instituciones políticas que promueve son de carácter medieval. Fue creada para controlar a la comunidad, para hacerla combatir y destruir a todo infiel y sus costumbres. De allí que la educación islámica consista en aprenderse de memoria las escrituras que casi todas se basan en el pensamiento de Mohamed, quien estaba librando una batalla por la supervivencia de su pueblo. Así el islam está desarrollándose en un siglo XXI donde abundan los conflictos y en ellos hay oportunidades de crecer para quienes practican el radicalismo islámico recurriendo a las practicas guerreras de Mohamed. La mayoría de las democracias liberales del mundo son hijas de la Ilustración y se pensó que el avance cultural llevaría a las personas (islámicas, cristianas, judías o zoroástricas) a abandonar el celo religioso e incorporarse a la modernidad. Y esto ha sucedido en cierta medida. Pero no con la celeridad y cobertura necesarias para impedir que muchos jóvenes islámicos se unan a las fuerzas del resentimiento y la destrucción.
Finalmente está la distracción de las potencias reguladoras del sistema. En este campo existen dos cortocircuitos. El primero es China vs el resto de las potencias reguladoras del mundo moderno. China ha hecho un impresionante recorrido en materia de desarrollo, logrando en menos de un siglo detener el crecimiento de la pobreza, crear clases medias y dominar el espacio manufacturero mundial. Esos logros nos recuerdan la situación económica de finales del siglo XIX cuando Estados Unidos inició su auge manufacturero arrasando con la competitividad de las industrias europeas, particularmente las de Inglaterra, Alemania y Bélgica. La fuerza económica de China ha impactado no solo el comercio sino en la construcción de infraestructura y las finanzas internacionales. Pero estos logros en lugar de promover en el liderazgo Chino, los deseos de profundizar la inserción de ese país en los cauces del comercio y del desarrollo, han desatado unos deseos perversos de absorber Taiwán. Esa obsesión está llevando a China a equivocarse en la construcción de alianzas y a descuidar su estrategia económica interna. De allí que ha descuidado su urdimbre de alianzas en el Medio Oriente que son vitales para evitar la proliferación de conflictos.
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Estados Unidos, por su parte, ha caído en la tentación de ver a China por la lente de la competencia y no por la de la complementariedad. Y mientras Europa ha tomado la posición de buscar complementariedades con China, Estados Unidos está transitando la vertiente de la rivalidad. Así, en la medida que la visión de Estados Unidos se obnubila en la confrontación con China, las fuerzas corrosivas de otros factores bélicos avanzan sin que la potencia ordenadora se percate. Entre estas fuerzas corrosivas está Rusia, cuyo juego geopolítico no persigue otro fin que debilitar a las democracias liberales de occidente encabezadas por Estados Unidos. Y también está una potencia menor como Irán, cuyo entramado teocrático persigue la destrucción de los infieles encabezados por Estados Unidos.
A estos factores hay que añadir el debilitamiento del estado nación. La fuerza del cambio tecnológico ha hecho irrelevante buena parte del entramado institucional del estado nación. Y así como el comercio con Asia sustituyó a las ciudades estado por el estado nación, estamos en el medio de un cambio institucional cuyo desenlace pocos avizoran. Porque el cambio tecnológico ha provocado que al interior de las democracias líderes del mundo la sociedad civil se encuentre fracturada en grupos militantes de causas fraccionarias. Partidarios de la multiplicidad de géneros, de la protección del medio ambiente, de la igualdad racial etc. libran diarias batallas en alcaldías, gobernaciones, congresos y presidencias para imponer sus puntos de vista a un orden institucional que consideran passé. Así las instituciones de agregación de intereses y de control dejan de funcionar, como estamos viendo en Estados Unidos con las tres semanas de parálisis del congreso y el rechazo de un sector de la población a las actuaciones del poder judicial frente al ex presidente Donald Trump. El fraccionamiento de la sociedad civil impide a los gobiernos funcionar correctamente. Mientras tanto, potencias rivales como Rusia e Irán avanzan en su estrategia de debilitamiento de Occidente.
La interacción de estos factores muy probablemente lleve al mundo a un conflicto que, como la Primera Guerra Mundial, nadie quería y todos armaron.