Los países se construyen a partir de sus gentes y sus rincones. Es en esos lugares –a veces ignotos para la parafernalia mediática existente en las grandes ciudades- donde se argamasa la identidad de una nación.
En “Tres hilos para una aguja” lo anterior se transforma en la esencia de la trama. Es el “Chile profundo” que sale al encuentro del lector; es el criollismo literario que renace en la pluma de Arturo A. Muñoz.
Una comuna rural, campesina y pobre, algo aislada de la mundanal vocinglería de las metrópolis, vive momentos críticos al aproximarse la elección municipal que podría poner fin a una administración de larga data la cual derivó en una especie de caudillismo totalitario y patronal.
Es en esa comuna, y en esos avatares, donde el verdadero Chile aflora sin tapujos. Y ese Chile es, a no dudar, un símil de muchas naciones latinoamericanas.
El criollismo literario ha regresado. Bienvenido sea.