Un nuevo problema –y de proporciones mayores- sacude a la novel administración del mandatario peruano Pedro Castillo. Eta vez el lío adquiere características de escándalo, ya que Bruno Pacheco, Secretario General de Gobierno y hombre de confianza del presidente Pedro Castillo, ante una inspección que realizaban los agentes del Ministerio Público en las oficinas de esa Secretaría General como parte de una investigación de tráfico de influencias, afirmó que los veinte mil dólares (US$20.000) que estaban guardados en el baño de su propia oficina, era dinero producto de sus ahorros y del sueldo que percibía.
El escándalo estalló de inmediato, pues el allanamiento a la Secretaría General realizado por los Agentes del Ministerio Público era una diligencia que formaba parte de la investigación de tráfico de influencias, la que se había iniciado cuando los comandantes generales del Ejército y de la Fuerza Aérea renunciaron a sus respectivos cargos acusando a Bruno Pacheco de interferir indebidamente en los ascensos de las Fuerzas Armadas para promover a favoritos del presidente Castillo.
Como si lo anterior no fuera suficiente, al Secretario General de la Presidencia también se le señala sospechoso de usar su alto cargo para presionar a la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria /SUNAT) a favor de empresarios que son amigos suyos.
Si bien Castillo renunció a su cargo, el caso generó un nuevo frente de batalla entre la oposición y el gobierno. Las declaraciones de lado y lado no se hicieron esperar.
«Es lamentable. Ya sabíamos por fuentes de otras personas que Pacheco hacía sus negocios respecto al tráfico de influencias. No solo en el fuero militar, también en la SUNAT, exigiendo favores. Es natural que se piense que ese dinero venga de la corrupción. Es dinero mal habido y esperemos que el Ministerio Público llegue a la verdad», dijo Elvis Vergara, del partido opositor ‘Acción Popular’, al diario El Comercio.

«Hay que investigar a fondo qué está sucediendo. Lo principal, el presidente tiene que revisar de manera más prolija los profesionales que convoca a trabajar en Palacio. Esto no puede repetirse», dijo Eduardo Salhuana, portavoz en el Congreso de la bancada del partido ‘Alianza para el Progreso’.
Pero, la oposición no cuenta con votos suficientes en el Congreso para conseguir la destitución del mandatario a través de la “vacancia presidencial”, pues para presentar formalmente la moción de destitución presidencial hacen falta 26 firmas de congresistas, y para aceptarla a trámite se requieren 52 votos del Pleno del Parlamento, mientras que para que salga adelante se necesitan 87 votos de los 130 escaños, equivalente a dos tercios de la asamblea peruana.
Mientras el presidente peruano mantenga a su favor el apoyo del ala dura del partido marxista ‘Perú Libre’ –con el cual ganó las elecciones- el proceso de destitución no prosperará en el Parlamento. La corrupción es un hecho cierto en este caso -y seguramente también en muchos otros, pero todo intento de combatirla y extirparla de las instituciones principales de la nación (no sólo en Perú, sino en cualquier país), requiere del apoyo a ultranza y voluntad política de todos los actores, independientemente que el martillo de la justicia caiga sobre alguien conocido, alguien que sea socio de alguien, amigo de quien sabe quién, santo, hereje o apóstata político.
Llama la atención, y decepciona, claro que sí, el hecho que en Perú sigan produciéndose estos lamentables eventos de corruptelas, y más decepciona aún comprobar que esa misma izquierda dura, que pontificó severamente durante la campaña presidencial de Pedro Castillo contra los actos de corrupción, en menos de cinco meses de acción del nuevo gobierno, levante sus banderas para proteger un acto deleznable (el de Pacheco) y apoyar a quien siempre es y será –Castillo- el principal responsable de los eventos –buenos y malos- ejecutados por un gobierno que continúa dando pocas luces respecto del rumbo que desea seguir.
Por: Arturo Alejandro Muñoz